Por Valeria Fondari
Gioconda Belli
(Managua, 9 de diciembre de 1948) poeta, novelista y activista nicaragüense. Su
obra literaria se caracteriza por su compromiso político y por rescatar y
ahondar en el universo femenino, reivindicando el papel de las mujeres en la
sociedad y en la construcción de la cultura.
Su poesía se
caracteriza por el trazo amoroso-erótico.
Belli sostiene
que para los hombres nunca ha sido problema el erotismo. Lo que ha sido
novedoso, y aparentemente lo sigue siendo, es que las mujeres expresen sus sentimientos
con respecto al amor desde el cuerpo, desde la sensualidad.
“Las mujeres
vivimos el amor en una dimensión donde el cuerpo juega un papel crucial. Sin
embargo, las convenciones sociales nos han forzado a negar esa vinculación
mujer-cuerpo, y a proyectarnos como “vírgenes puras”.
En su poesía
reivindica el erotismo desde una perspectiva femenina, es decir, dándole al
cuerpo y a la relación amorosa, su misterio y su maravilla. Así mismo, a esos
temas los recrea la autora en Y Dios me hizo mujer:
Y Dios me hizo
mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de
mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves
hondonadas
y me cavó por
dentro,
me hizo un
taller de seres humanos.
Tejió
delicadamente mis nervios
y balanceó con
cuidado
el número de mis
hormonas.
Compuso mi
sangre
y me inyectó con
ella
para que
irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las
ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó
suavemente
a martillazos de
soplidos
ytaladrazos de
amor,
las mil y una
cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me
levanto orgullosa
todas las
mañanas
y bendigo mi
sexo.
En el título de
este poema de la escritora nicaragüense Gioconda Belli encontramos las palabras
claves que nos revelan los dos temas fundamentales que lo sustentan: la mujer y
Dios. Se trata de un poema compuesto por veintiséis versos a lo largo de los
cuales la apasionada poetisa reflexiona con orgullo, placer y consciencia sobre
su naturaleza femenina y da un lugar importantísimo a creer en Dios, pues en
todo momento se define como su criatura.
Podríamos
dividir el poema en tres partes fundamentales. La primera de estas partes la
encontramos entre los versos uno y nueve. Comienza la autora realizando una
enumeración de elementos físicos propios de la mujer como son el pelo largo,
las curvas, el vientre materno… etc. Aquí recurre a los tópicos haciendo
exclusivo de la mujer detalles como llevar el pelo largo y no corto, o tener
“pliegues”. Nos ofrece orgullosa una visión clásica y al mismo tiempo
revolucionaria de la mujer. Y no olvida mencionar el objetivo principal de Dios
para con la mujer: “taller de seres humanos” (verso 9), y es que ciertamente el
útero es aquello que más la diferencia del hombre. Para Dios la finalidad
primera y última de la mujer es que sea madre.
La segunda parte
es aquella que se encuentra entre los versos diez y diecinueve. En esta segunda
parte está nombrando otras cosas que forman parte de su ser físico pero que no
necesariamente la distancian del sexo opuesto: nervios, sangre, hormonas. Y
enlaza estas partes del cuerpo con otras más abstractas, que no se ven pero sí
se sienten y que son especiales y diferentes en cada individuo: las ideas, los
sueños, los instintos. Todo esto de lo que Belli hace mención lo encontramos
por igual tanto en hombres como en mujeres ¿pues acaso los hombres no tienen
sangre? ¿O ideas y sueños? Pero quizás la poetisa quiso resaltar precisamente
que la mujer también cuenta con ello pues es sabido que, en muchos lugares del
mundo y a lo largo de muchos siglos de historia, conceptos como ideas, sueños o
instintos les han sido reprimidos al sexo femenino. Cada individuo y cada mujer
tiene su propia personalidad.
La idea
defendida en la tercera y última parte del poema, la cual ocupa desde el verso
número 20 al número 26, es la reiteración de lo orgullosa que se siente de ser
mujer. En estos versos aparecen varias paradojas como “creó suavemente a
martillazos” (versos 20 y 21) y “taladrazos de amor” (verso 22) con las que nos
quiere hacer sentir cómo la mujer, a pesar de tratarse de un ser dulce y
delicado, una parte de la creación que Dios trató de cuidar dándole como regalo
traer al mundo a sus hijos, la humanidad la ha tratado con desigualdad y
desprecio, con palabras y gestos tan duros como los martillazos o los
taladrazos. El poema termina bendiciendo al sexo femenino y reconociendo, sin
dar más detalles, que la mujer tiene mucho trabajo a lo largo de su día.
Es un poema
cargado de sinceridad; la autora no sólo se sinceró con ella misma sino con la
sociedad que iba a leerla. Y aporta una visión muy revolucionaria de la mujer
como criatura de Dios.
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